Saturados de informaci贸n, obligados a seguir unos horarios establecidos, enlatados en vagones de metal unos junto a otros, amordazados por sistemas de leyes injustos, dominados por otros humanos corruptos ansiosos de poder. ¿Oyes ese llanto? Es la Madre Tierra que cada a帽o agoniza esperando lentamente su fin.
Nos creemos importantes, m谩s avanzados e imprescindibles para un mundo que hemos destruido con nuestras propias manos, que no nos necesita, que pide a gritos que lo abandonemos. Como una relaci贸n t贸xica, como un c谩ncer terminal.
Ajenos al dolor del mundo nos evadimos de toda responsabilidad, jugamos, bailamos, cantamos, nos entretenemos. Dejamos los males mayores a manos de otros, en otras manos m谩s grandes y poderosas, como si eso les hiciera m谩s sensatos y a nosotros menos c贸mplices.
Donde predominan el miedo y la tristeza, donde nos amparamos en creencias para no caer en la locura. Evitamos cualquier compromiso que no nos proporcione un beneficio directo. Esquivamos la verdad, damos infinidad de rodeos, nos deshumanizamos, desaparecemos y nos aislamos porque la pereza es uno de los lastres m谩s fuertes en el ser humano. Y as铆 lo ser谩 hasta el final de sus d铆as.
Ilustraci贸n de: Marija Tiurina.
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