Toda buena historia empieza con una petaca de anís, o eso era lo que el abuelo decía.
Nunca había visto a alguien tan sabio como él, así que debía de tener razón también en eso.
Contaba las mejores historias que había oído, podría haber escrito libros enteros sobre todo lo que había vivido. Las personas que más han sentido son las que más tienen de qué hablar.
El alcohol le hacía divagar a menudo, empezaba frases antes de acabar otras. Movido por la nostalgia se le entrecortaba la voz, lloraba, reía, pero sobretodo nos hacía darnos cuenta de lo preciado que había sido el tiempo que le habíamos dedicado.
El abuelo ya no está pero sí conservamos la petaca en la que él bebía, mientras se sumergía en todos aquellos recuerdos alterados, seguramente por el tiempo y el anís.
A veces, cuando le echo de menos la relleno de nuevo y entiendo ese dolorcito en el pecho que me recuerda que aún estoy vivo, que siento, que esta petaca aún le quedan historias que contar.
Para: @Karaka1792
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